Las Joyas de la Plata: Sevilla
Sevilla, el principio de cada paso.
Que Sevilla y sus Joyas en el Camino de la Plata sean el punto de partida de nuestro camino no puede ser cuestión baladí. Al igual que antiguos conquistadores y grandes navegantes iniciaron aquí sus aventuras, nosotros nos surtimos de su mágica y estimulante atmósfera para dar nuestros primeros pasos, tan determinantes cómo aquellos últimos que nos harán alcanzar nuestro destino. Nos queda un largo recorrido por delante, pero no pensamos aún en ello; con la locución latina ́hic et nunc’ grabada en nuestro cerebro nos adentramos en un paseo por las angostas calles del barrio de Santa Cruz, nuestro primer paisaje urbano del camino. Suenan guitarras por sus rincones, con notas trufadas de historia, cultura y gastronomía, sombras y luces que se cuelan por los tejados.
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El barrio es laberíntico y te engulle con su belleza, pero no será hasta alcanzar el Patio de Banderas o la famosa calle Mateos Gago cuando tengamos ante nuestros ojos con toda su plenitud esa icónica torre qué marca nuestro imaginario sevillano, la Giralda
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Apéndice vertical de la catedral de Santa María de la Sede, mitad musulmana mitad cristiana, es sin duda uno de los grandes símbolos de la ciudad; alzar la vista y verla recortar el cielo nos sobrecoge y nos deja evidencias de la importancia histórica del lugar que visitamos.
En su base, cómo un gran cimiento pétreo, la catedral gótica, la más grande jamás construida en este estilo. Una visita a estas dos compañeras es inexcusable antes de continuar buscando nuestro camino y, de forma inmediata, encontrarnos con el Alcazar y el Archivo de Indias. Este triángulo arquitectónico que forman Catedral, Alcazar y Archivo de Indias, mezcla de épocas, estilos y estéticas, es sin duda uno de los impactos visuales más asombrosos de los que tendremos en el Camino, y nos obligará a detenernos y deleitarnos.
Después de un desayuno con buen pan y aceite en el Arco del Postigo, entrada al barrio del Arenal, nos dirigimos hacía el río pasando junto a la Iglesia de La Caridad, con su coqueta y blanca fachada señalándonos la orilla. Si hay algo que es el origen de todo lo que estamos viendo, ese es el río. El motivo por el que se asentaron aquí diferentes civilizaciones y la vía por donde se exportó nuestra cultura hacía nuevos mundos. Cómo si se tratase de un faro vigilante, la Torre del Oro nos enseña sus aguas, que separa y une con sus puentes la ciudad. En estas orillas y muelles unos pasean, otros hacen deporte, otros tantos se aman….pero la mayoría mira hacía la otra orilla, el barrio de Triana, que no llama desde su puente.
El barrio, a pesar de las transformaciones, conserva su huella marinera, alfarera y flamenca, y su gusto por la tasca pequeña, por la barra llena y por los camareros de camisa blanca y tiza en la oreja. Tiene además Triana ese halo de barrio humilde pero orgulloso, pero no un orgullo arrogante, si no hospitalario y sencillo, y con esas sensaciones vamos dejando sus calles y sus sonidos. Ya en las afueras, donde se sitúa la Iglesia del Cachorro, empieza nuestro primer tramo entre municipios, con dirección a la vecina Camas, mientras miramos hacía atrás y vamos repitiéndonos mentalmente las imágenes contempladas durante nuestros primeros e impactantes pasos del Camino.