Las Joyas de la Plata: Santa Marta de Tera
Hacia el valle del Tera.
Comenzamos la etapa desde la localidad de Tábara, junto a la Iglesia de San Salvador y empezamos a alejamos siguiendo una pista de tierra en dirección a un cruce que nos dirigirá a nuestro próximo destino, Santa Marta de Tera. El aire fresco de la mañana, el sol que se levanta, de nuevo la bendita incertidumbre de no saber que nos deparará el día, que hoy vuelve a ser diferente a cada día de camino.
En cualquier caso son dos las opciones se presentan ante el peregrino a la hora de realizar esta etapa: el Camino tradicional, que se dirige a Bercianos, o la alternativa, que pasa por la localidad de Villanueva de las Peras, donde se puede hacer un descanso.
La orografía vuelve a darnos las primeras pautas y pistas. El recorrido hacía Santa Marta viene protagonizado por unas tierras bajas, llanas y anchas. El valle del río Tera hace de esta zona unos campos fértiles y generosos. Este afluente del Esla es un cauce de aguas limpias y tranquilas y ha marcado la implantación de la presencia humana desde hace siglos.
Nos ofrece también un magnifico paisaje de ribera donde predominan plantaciones de chopos junto a la vegetación característica del llamado bosque de galería, formada por álamos, sauces y alisos. En cualquier caso, siempre es un placer caminar junto a cauces de agua, hacen diferente el paisaje y las sensaciones.
Los dos caminos se unen en Santa Croya de Tera, localidad que ofrece todos los servicios que pueda precisar el peregrino, incluso una piscina natural en la que refrescarse y a la que, nos cuentan, acude mucha gente en los mese de verano. Santa Croya es un pueblo pequeño, de unos 300 habitantes, que nació de un asentamiento de pastores de la vecina Santa Marta.
Continuamos ruta cruzando el río Tera por el largo puente de la carretera y llegamos a Santa Marta de Tera nuestro fin de etapa. Y aquí la verdadera joya es su iglesia parroquial, todo un hito dentro del camino de Santiago.
Aquí se encuentra la considerada la representación más antigua del Santiago peregrino. Hay que buscarla en uno de los pórticos traseros del templo, el que da al cementerio. Se trata de una figura de bulto redondo, perfectamente identificable gracias a la vieira de su zurrón. Otro de los reclamos más destacables de esta iglesia es el fenómeno equinoccial.
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Un fenómeno que ocurre dos veces al año coincidiendo con el equinoccio de primavera y de otoño y que cada año congrega a cientos de visitantes fascinados por este misterio.
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La luz penetra por un óculo de la cabecera del Monasterio e incide directamente sobre el capitel izquierdo, produciendo una imagen impactante y que da lugar a todo tipo de leyendas y especulaciones. Con estas sensaciones buscamos ya lugar de descanso, y nos preparamos para guardarlas y albergar otras nuevas en la jornada siguiente.
