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Las Joyas de la Plata: tierras de Salamanca

Tierras de Salamanca. Descubre sus Joyas en tu Camino de la Plata.

Aunque sólo sea una división administrativa, absolutamente artificial, de alguna manera el  peregrino celebra la novedad del cambio de comunidad o de provincia. Posiblemente sea por  la simple constatación de que avanzamos en el camino, de que nos movemos, de que  dejamos atrás experiencias vividas para iniciar otras, llenas de paisajes geográficos y  humanos diferentes, nuevos horizontes, distintos acentos, y costumbres.  

 

Pero hay algo inmutable que nos acompaña durante nuestro recorrido. El perfil de la sierra  de Béjar se siluetea solemne a nuestras espaldas. No lo vemos constantemente, sólo cuando  volvemos la vista atrás o en alguna parada al descansar. Pero siempre está ahí, nos alejamos  de ella pero siempre nos alcanza. El territorio que recorremos es amable, ancho, sin aristas. Extensiones vastas, trufadas de encinas y alcornoques, con el ganado detrás de modestas  cercas de piedra pastando sin prisas. 

El paisaje infunde sosiego, el necesario para que nuestros pensamientos fluyan acompasando  nuestros pasos.

Miramos nuestros zapatos al andar y estamos en nuestra niñez, levantamos  la vista hacía el cielo y pensamos en alguna persona, miramos al frente y recordamos alguna  situación.

Con este incesante divagar vamos acercándonos simultáneamente a dos destinos; hacía nosotros mismos y a Valverde de Valdelacasa

Llegamos a este pueblo después de atravesar el río Sangusín. Se trata de un pueblo pequeño  y marcado por la referencia de la torre de la iglesia de Santiago, lugar perfecto para hacer  una pausa. Miro a mi alrededor. El gran problema de la despoblación hace mella en estos  lugares, a veces el silencio se hace demasiado denso. No es fácil encontrarte con personas.  Reflexiono sobre eso, sobre cómo se produjo ese trasvase poblacional, dónde se fueron las  familias que ocupaban estas casas ahora abandonadas y cómo el camino, el fluir de  peregrinos, podría ser una buena herramienta para fijar población. Cada una de esas casas  cuenta una historia imaginada, aquí vivieron aquellos que fueron testigos del pasar de  peregrinos de otras épocas, hablaron con ellos, los ayudaron y quizá les dieron cobijo. 

Aún así disfruto del paseo por sus calles, de la humilde arquitectura y de la sobriedad de sus  esquinas, dónde busco el rastro de las flechas que me conducen a la salida del pueblo.  El resto del itinerario que me conduce hasta Fuenterroble de Salvatierra lo hago sin prisa,  para aquellos que somos capaces de deleitarnos con la naturaleza es fácil, aquí es generosa y  sincera. La comarca de Guijuelo, a la que pertenece el pueblo, es bien conocida por su  industria relacionada con el cerdo y, de hecho, muchos de sus habitantes trabajan en este  sector. En este pueblo es muy conocido el padre Blas. No coincidí con él a mi paso, pero se de su gran labor. Impulsor incansable de la defensa de la Vía de la Plata, reconstruyó con  esfuerzo la casa parroquial y la convirtió en un albergue de referencia en todo el camino. Hoy  Fuenterroble y el Padre Blas son conocidos en todos los foros peregrinos por su impecable  labor, y están sirviendo de ejemplo para otras localidades. Cómodo y funcional, se mantiene  abierto todo el año gracias a la labor desinteresada de muchas personas comprometidas con  el proyecto.  

Después de conocer el albergue me dispongo a pasear y descubrir el pueblo, de calles  amplias y limpias. Destaca cómo no la iglesia de Santa María la Blanca. Aquí se ha recuperado  recientemente la Puerta del Perdón. Es un elemento que tienen las iglesias del Camino de  Santiago para los peregrinos que no pudieran llegar a Santiago por motivos de salud. Si  cruzaban la Puerta del Perdón, quedaban libres de la promesa de peregrinar a Santiago. Otra  labor más en la promoción y defensa de la tradición peregrina.  

 

Ahora si, el mesón El Pesebre me espera para reconfortar el cuerpo, algo indispensable para  continuar el camino pendiente, que queda y mucho, hasta llegar a anhelada Salamanca.

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