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Las Joyas de la Plata: A Gudiña

La puerta a Galicia.

La Vía de la Plata entra en la provincia de Ourense, y por ende en Galicia, por el puerto llamado Portela da Canda, en el municipio de A Mezquita.

 

Nos movemos por alturas superiores a los 1000 metros, y ya con muchos kilómetros en nuestros pies. A pesar de ello, salimos confiados e ilusionados en la búsqueda de nuevas sensaciones, dispuestos a afrontar un nuevo día de camino.

 

Pero antes de empezar la subida al puerto, la etapa nos regala una agradable bajada hasta el Santuario de La Tuiza, que descansa en un hermoso valle lleno de una excelente vegetación. Un lugar espléndido para descansar unos minutos en tranquilidad, antes de acometer la subida del puerto de A Canda.

 

Todo este territorio por el que discurriremos en la jornada de hoy es la frontera natural entre Castilla León y Galicia , un histórico nexo entre las gentes castellanas, gallegas y portuguesas.

 

Tierra de paso de peregrinos pero también de segadores y de arrieros, de trashumancia, de viajeros llegados aquí por los mas diversos motivos. Tierra fronteriza y montañosa que nos ofrece paisajes hermosos y que, a pesar de la dureza intermitente del recorrido, disfrutamos ávidos de paz y naturaleza.

 

Por momentos nos olvidamos de nuestros propios pasos, y avanzamos abstraídos y concentrados en la visión de este paisaje. Nuestra próxima pausa será Vilavella, un claro ejemplo de aldea típica del interior gallego, con casas de piedra, viviendas aisladas y rodeada de naturaleza.

 

Aldeas cómo esta serán el denominador común del resto de recorrido hasta Santiago.

Pequeños núcleos con casas dispersas a su alrededor que nos irán dando acogida y enseñando rincones sorprendentes.

 

Así, entre prados, robledales y pensamientos dejamos atrás Vilavella para llegar a la ermita de la Virgen de Loreto, antesala de O Pereiro, una nueva aldea de configuración típicamente gallega.

 

Nos queda muy poco para llegar a nuestro destino, seguimos caminando entre sendas a veces angostas que se intercalan con numerosos cruces, pero tranquilos.

Siempre hay una señal que nos devuelve a nuestro camino…A Gudiña.

Reconfortados por haber llegado, nos quedan fuerzas para hacer un breve recorrido antes del merecido descanso.

 

El pueblo sigue la estela arquitectónica que hemos venido observando en la zona, muchas fachadas pétreas, algunas blasonadas, y un aire melancólico en sus pequeñas ventanas.

 

Destaca de entre su casero la Iglesia de San Martiño, pequeña pero esbelta y, a su lado, la escultura en donde se representa al Beato Sebastián de Aparicio Prado, natural del pueblo. Beatificado en 1789, Sebastián de Aparicio fue un misionero del siglo XVI que viajó a México para predicar la fe cristiana. Encontramos algunas mesas de un bar cercano para sentarnos.

 

Relajados, tranquilos, en silencio, recreamos en nuestra mente los paisajes que hemos transitado, y sorbo a sorbo, ponemos el epílogo a nuestra etapa.

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