Las Joyas de la Plata: El Real de la Jara
De castillos y dehesas, El Real de la Jara.
Nuestros pies se van haciendo a esta continua realidad. Los días de largas caminatas son un entrenamiento físico y mental y los momentos duros se alternan, en un juego incesante, con momentos de grandeza y plenitud.
Nuestra llegada a El Real de la Jara y sus Joyas en el Camino de la Plata supuso uno de estos momentos plenos, de los que configurarán nuestros recuerdos una vez hagamos resumen de este camino. Las nubes habían cerrado el cielo y sobre los tejados caía una lluvia fina pero persistente. Con esta atmósfera costaba distinguir los perfiles de las casas, que se confundían con los grises infinitos del cielo.
Pero una vez nos fuimos adentrando y paseamos las calles del pueblo, todo se fue desvelando, como si alguien fuese abriendo el telón para dar inicio al siguiente acto. Y así, entre neblina, fueron apareciendo los actores principales.
En un cerro ondulado y rodeado de tierra de pastos aparece su castillo. De origen medieval, este edificio militar es la referencia visual indiscutible de la localidad, marca su horizonte y se divisa desde cualquier calleja. El Real no es sin su castillo, este marca su identidad y lo fija al territorio. El “mohino” o realeño nace con un faro marcado entre sus ojos y cuando este cierra sus ojos e imagina su pueblo lo hace con la fortificación de fondo.
≈
Pero también es un lugar desde el dónde mirar. Las vistas del caserío desde aquí son espectaculares y nos descubren cómo el pueblo se estira y se abriga entre cerros preñados de encinas y alcornoques.
≈
Miramos con magnetismo la esbelta y blanca torre de la Iglesia de San Bartolomé, la referencia religiosa y social del pueblo. Es una iglesia serrana, sencilla y luminosa, que alberga un tesoro en su interior. Sobre el retablo barroco, existe un cuadro de las «Las Ánimas», que es atribuido al pintor Francisco de Zurbarán, que aunque extremeño de nacimiento, se formó en la escuela sevillana.
Este artista, apodado el “Caravaggio español” plasmaba en sus lienzos con temas religiosos un control de la luz admirable, fuente de inspiración para artistas venideros.
Y tras esta visita volvemos sobre nuestros pasos hacía un mundo menos espiritual y tomamos un café con Alejandro, un joven realeño comprometido y orgulloso de su tierra. Nos cuenta con pasión cómo se vive y se siente aquí y cómo, al contrario de lo que se nos cuenta, estos pueblos no son lastre si no oportunidad, y nos habla con seguridad de cómo este es su lugar en el mundo. Verlo así hablar de su pueblo reconforta al que lo escucha y llena de esperanza a muchos pueblos amenazados por el éxodo a la ciudades.
Nos invita al café y nos acompaña calle abajo para señalarnos el camino a la ermita de Los Remedios, una de las Joyas del Real de la Jara. Ante su pequeña fachada nos despedimos e iniciamos rumbo a la salida buscando el rastro de nuestro camino, que nos llevará a cambiar de provincia y comunidad, hasta la vecina Monesterio.
