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Las Joyas de la Plata: Zamora

Zamora, la ciudad del Románico.

Avanzamos por extensos campos de cereales en una etapa que nos llevará hasta Zamora. Desde Cubo de la Tierra del Vino, lugar de partida, serán unos 30km. Tienen algo estas etapas de campos abiertos, con paisajes anchos y amplios. La vista se habitúa a mirar lejos, muy al horizonte, buscando vestigios, señales que sirvan de referencia para encaminar nuestros pasos. Un grupo de árboles por allí, una vieja construcción, las pinceladas dibujadas en el cielo por el paso de los aviones sobre nuestras cabezas. En cualquier caso el andar, sin subidas ni exigencias, se hace monótonamente placido.

 

Ya desde las afueras tomamos consciencia de que Zamora será un destino especial y diferente. Nos los certifica la entrada en la ciudad, marcada por la presencia de un Duero sinuoso y majestuoso, que atravesamos, cómo no, por el puente de piedra; otra de las señas de identidad que configuran el carácter de la Vía de la Plata. Cientos de años, desde el siglo XIII, lleva este puente sirviendo de paso silencioso a mercancías, personas, rebaños…e historia, mucha historia.

Por eso es un lugar que transpira misticismo y que nos hace sentirnos caminantes privilegiados.

Desde el puente se puede observar una de las vistas más bonitas de Zamora, con un robusto caserío que asciende desde la orilla y del que destacan torres románicas y tejados ocres. Tiene esta pequeña ciudad (unos 60.000 habitantes) un marcado aire medieval en sus calles. Gran parte de las calles por las que ascendemos a su casco viejo conservan su piedra original.

Sobresale su conjunto de edificios románicos, formado por los 23 templos del término municipal y las 14 iglesias del casco histórico, datos que sitúan a Zamora como la ciudad de mayor número y calidad de templos románicos de Europa. Por eso no es insensato llamarla la ciudad del Románico.

Despacio, contemplando comercios y bares además de fachadas, llegamos a la Plaza Mayor de la ciudad. Siempre nos dan buenas pistas las plazas mayores de los pueblos y ciudades. Actúan a modo de referente del tipo de entorno urbano que vas a encontrar, al menos en el casco histórico. La de Zamora es rectangular y no excesivamente amplia. Está flanqueada por los ayuntamientos viejo y nuevo, dos bellos edificios porticados; y por la magnifica y sobria iglesia de San Juan.

 

A partir de ella, como ramas que salen de un tronco, se abren un gran número de calles representativas de la ciudad. Coger cualquiera de ellas, al azar, te llevará a conocer los entresijos propios de estas pequeñas ciudades. Por mi elección me topé muy pronto con la Plaza de Viriato. Obviando la clara monumentalidad de la plaza, con varios edificios dignos de mención, la sorpresa fue la belleza de los plátanos de sombra, que aquí se anudan unos a otros con injertos prodigiosos. El resultado es un caótico entramado de ramas, con grandes muñones, que conforman un bosque de extrañas formas.

 

Dejando atrás estas sombras, a pocos pasos, una visión obligada nos la ofrece el mirador de San Cipriano. Desde aquí tenemos una de las vistas que más impresionan, una especie de panóptico con atractivos en todos sus ángulos.

 

Con un poco de hambre a pesar de ser media mañana la mejor opción es llegar a uno de esos lugares que no salen en las guías de turismo y que deberán no seguir haciéndolo para preservar sus bondades. Y, porque no reconocerlo, esa vanidad humana de conocer lugares desconocidos para el gran público nos sale a todo viajero. En este caso yo lo encontré por suerte y lo haré público. Al lado del precioso edificio del mercado municipal está la churrería Lorenzo, toda una institución local. No solo por la calidad de sus productos si no por su trato, es un sitio que recomendaría siempre.

 

Queda mucho por descubrir, su castillo, la catedral, las aceñas….”…no se ganó Zamora en una hora”, sin duda es una ciudad que ofrece mucho y lleva su tiempo a pesar de sus dimensiones. Nos deja un sabor muy agradable esta ciudad, que uno siempre piensa cómo una de las grandes desconocidas, y no acierta a saber por qué. Para el peregrino sin duda un gran descubrimiento.

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